miércoles, 6 de septiembre de 2017

¿Coleccionismo o locura?


En el mundo todos los días, seres similares actúan idénticamente, guardando objetos absurdos. Pero la verdad es, que si hay locura, si hay magia, si hay amor, hay un coleccionista. El único denominador común que tienen todos ellos, es el del deleite personal, ajeno a cualquier razón.
Un coleccionista mide sus posesiones cualitativamente, no cuantitativamente. A sus ojos, el tiempo y el dinero pierden valor, ante el más insignificante de los objetos.
Extraña forma de locura, por tanto, la del coleccionista. Sólo de locura se puede tachar su excentricidad, ya que sólo un loco dedicaría tanto tiempo, a buscar, guardar y proteger tanta rareza. Nadie más que un loco, removería cielo y tierra para satisfacer la indefinible satisfacción, que conlleva el alcance y posesión de un capricho, para experimentar el orgásmico placer de su acopio y pertenencia. Pero no esconde nada ese acopio, no es egoísmo esa pertenencia. No busquéis en un coleccionista pecado o mal mayor que su propia o implícita locura.
Entendido, por tanto, que es privilegio único del coleccionista, el disfrute de su colección. Un disfrute inmaterial, abstracto e inexplicable, pero no por ello menos espontáneo. ¿Hasta qué punto escoge uno su afición? ¿Estaba intrínseca en su ser antes de nacer? No se puede saber.
Los coleccionistas auténticos, tienen su punto de delirio. Pero no confundir con acomodaticios consumistas que inician y terminan sus colecciones en un kiosco por fascículos semanales, religiosamente adocenados. Un coleccionista apenas recuerda cuándo empezó su colección y sabe a ciencia cierta que nunca la ha de terminar, que su obsesión se la ha de llevar consigo a la tumba.
Todos ellos seguirán el resto de sus días, afanándose en ampliar sus colecciones sin un sentido más concreto, que por qué sí, afianzando sus rarezas, elevando al infinito sus singularidades. Todos ellos decidieron en su día iniciar la primera de las colecciones, a diario las observan, las cataloga, las contabiliza y, desde su posición predominante, se congratula de la variedad y número creciente de su colección.
Algo que perturba al coleccionista, son sus familiares y allegados que son incapaces de comprender, lo que significa para ellos su colección. Tienen miedo que les tiren, o menosprecien, lo que les ha llevado tiempo, esfuerzo y dinero lograr. Miedo a perder de un plumazo, toda su colección, por culpa de esa incomprensión familiar hacia el coleccionismo de su elección. Familiares con carácter práctico y ajenos al coleccionismo, que sólo pueden ver estanterías combadas y criaderos de polvo y ácaros, donde el coleccionista solo ve, belleza, satisfacción y placer.
Gran enemigo de un coleccionista es también, los otros coleccionistas. A pesar de las muchas características comunes, un coleccionista tampoco comprende, ni apenas respeta, otro tipo de coleccionismo diferente al suyo.
Por eso se encierran y se vuelven seres individualistas, cuando disfrutan de la misma, hasta el delirio. De ahí que pueda caer en excentricismos, que algunos les llamaran locura.

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